Discordia

Carlos y Marta regresaron a casa después de disfrutar unos días de vacaciones. Cómo era  habitual en los últimos años, acompañados por unos amigos. Disfrutaron, lo pasaron bien, la  relación había sido cordial, amistosa, un poco distante pero sin las discusiones descontroladas  de los últimos meses.  

Sentados en aquel café de carretera, Carlos realizó la propuesta y juntos tomaron la decisión  que daría un vuelco a sus vidas. Él no pasaba por un buen momento, confundido, desconcertado,  sin un sentido de vida que le aportara la chispa o tal vez el rescoldo que necesitaba, aunque él  aún no lo sabía. 

Marta había tirado la toalla — como se suele decir— agotada por una búsqueda sin resultados,  por tanto desencuentro. Ningún atisbo de luz se encendía entre ambos. —Dejarlo por unos  meses, poner distancia para refrescar el ambiente rancio que se respiraba en su relación, ese  había sido el acuerdo. Las cartas estaban sobre la mesa, esas que el juego no te permite cambiar.  

Reproches acumulados, cargados de desaliento, de ira que por momentos les asfixiaba, perdidos  en un abismo dónde la oscuridad se hace profunda y dolorosa. Justificaciones sin más sentido  que el que sus mentes enmarañadas pretendían encontrar.  

No fue la falta de Amor quien les separó, o tal vez sí, no lo tenían claro. Amar es cuidar, Amar es  comprender, en muchos momentos no hubo cuidados ni tampoco comprensión, hubo  impaciencia, intransigencia y malhumor, un coctel explosivo que revienta lo que encuentra a su  paso. 

Marta cargada de amor, ese que permite la expresión del ser en el sentido más amplio, tan  amplio que se les fue de las manos. Cuando él vino a darse cuenta, su brújula se había vuelto  loca. Cómo locos buscaban culpables, buscaban por qués sin encontrar respuestas.  

En la soledad de una habitación cualquiera Carlos quería contarse historias para comprender,  necesitaba afirmar que era la mejor opción, que no había mejor salida. Había sido el amor de  su vida. Toda una vida llena grandes historias, esas que divierten y aceleran el corazón, pero se  habían perdido en las pequeñas cosas, en la desesperanza más absoluta. 

Marta en la soledad de su hogar, ese que habían construido y compartido durante años lloraba  su derrota. Mentes colapsadas por justificaciones — te dije y me dijiste, me hiciste y no me  hiciste, me diste y no me diste, me dejaste… Sus cajones estaban llenos…, a rebosar. 

Las personas siempre buscamos culpables, siempre miramos para otro lado cuando algo no ha  funcionado, cuando algo se ha estropeado, cuando se produce un estallido sin razón alguna. Nos  empeñamos en encontrar responsables, sin darnos cuenta de que somos una pieza más de ese  puzle que construimos a cada instante.

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