Nos ilusionaba plantar algunos frutales, algún día podríamos comer nuestra propia fruta, pero queríamos diseñar un espacio en el que convivieran frutales junto a las aromáticas y plantas de huerta. Pequeñas parcelas entrelazadas por caminos serpenteantes por los que pasear y disfrutar del entorno. Así nació y crece nuestro bosque de alimentos.
La pequeña parcela de unos 1000 metros cuadrados se había utilizado en los últimos años para cultivar hortalizas y verduras ecológicas, aunque gran parte, se había destinado al vertido de ramas de poda y desechos que se quemaban al finalizar cada temporada.
En octubre de 2016, dispuestos a transformar el espacio, decidimos realizar una limpieza a fondo y el trazado de las pequeñas parcelas dónde se realizaría la plantación de frutales. Implicamos a la familia y a algunos amigos en esta aventura. Nuestra propuesta; adoptar un frutal del que podrían cosechar su fruta, incluso el abuelo que por aquellos días ya caminaba apoyado en su bastón, lo apartó a un lado y se lanzó a cavar el agujero para plantar un naranjo.
Una amplia variedad de cítricos: naranjos, mandarinos, limoneros y limas, conviven con albaricoques, melocotoneros, nísperos, paraguayos y ciruelos, cerezos, granados, almendros, caquis, acerolos, una higuera y varios algarrobos. El algarrobo pertenece a la familia de las leguminosas, esta especie presenta gran interés ya que aportan nitrógeno al suelo a través de podas drásticas de sus ramas.
Comenzamos a verter todos los restos de poda y poco a poco las parcelas fueron tomando forma. Los primeros veranos la manguera amarilla que empleábamos para regar las macetas saciaba la sed de nuestros pequeños frutales. Hace dos años instalamos la manguera de riego que abastece a cada frutal en las épocas de sequía, el resto del año el triturado vegetal vertido en las parcelas permite mantener la humedad sin necesidad de riego.